La literatura clásica fomenta la actividad cerebral

Que leer es un hábito saludable es algo que nadie pondría en duda. Es posible intuir que dicha actividad trae múltiples beneficios a quien la practica: lo difícil es cuantificar o especificar, en concreto, cuáles son dichos beneficios, o explicar cómo se consiguen.

Un estudio de la Universidad de Liverpool afirma que leer literatura clásica incrementa la actividad del cerebro. ¿Por qué la estimulación cerebral la logran con mayor éxito los escritores clásicos, y no los autores actuales? Para los expertos, la clave está en las expresiones que revelan un esquema semántico complejo.

La investigación de los científicos británicos consistió en evaluar la actividad del cerebro de treinta voluntarios mientras leían. En una primera etapa, las personas tuvieron que leer textos que son clásicos de la literatura mundial, mientras que luego leyeron los mismos contenidos, pero adaptados al habla coloquial de la actualidad.

De acuerdo al monitoreo de los científicos, la actividad del cerebro se incrementa cuando la persona halla, en el texto, expresiones que no le resultan habituales. El estímulo persiste un tiempo, lo que consigue potenciar la atención del sujeto, de acuerdo a las conclusiones de la Universidad de Liverpool que recoge ABC.

Gracias a este trabajo, los investigadores concluyeron además que la poesía aporta más beneficios al lector que las obras de autoayuda. Esta realidad obedece a que los poemas estimulan el lado derecho del cerebro, es decir, el hemisferio que aloja los recuerdos. La poesía, por lo tanto, hace que el individuo reflexione sobre sus vivencias y las analice desde una nueva óptica.

William Shakespeare, Philip Larkin, John Donne, T.S. Eliot, Elizabeth Barrett Browning, Henry Vaughan y William Wordsworth son algunos de los escritores que, según la investigación, promueven la actividad cerebral, reproduce LaInformacion.com.

La ciencia ha hablado: leer un buen libro no sólo aporta entretenimiento y momentos placenteros, sino que también mejora nuestras habilidades cognitivas. No hacen falta más argumentos para justificar una visita a la biblioteca más cercana.